Los locales tenían por delante confirmar la vigencia de la resurrección lograda en las tres dobles fechas anteriores, desde que el ex técnico de Boca y Huracán tomó las riendas del equipo. No demoraron ni un minuto en dar una respuesta. La presión adelantada les hizo robar tres pelotas en la transición con pelota al pie que pretendía Chile. La última acabó con un topetazo de Arturo Vidal a Miguel Almirón. El tiro libre fue una larga acción preparada que remató de frente al arco Ramón Sosa y salvó la espalda de Gabriel Suazo. La dinámica se agotaría demasiado pronto, apenas algo más de diez minutos, aunque dejó su lugar a la herramienta albirroja de toda la vida: el juego aéreo.
Junior Alonso, el que fue central en Boca y ahora es lateral en Atlético Mineiro, ganó tres veces por arriba en el área chilena durante la primera parte. Una se fue ancha y otra se enredó en rebotes. La restante originó una estirada fenomenal de Brayan Cortés y anticipó lo que vendría en el arranque del segundo tiempo.
Sin más margen para el error, la Roja que dirige Ricardo Gareca mira hacia el séptimo puesto de la tabla, el que permite el acceso al repechaje, como tabla de salvación para alcanzar la cita de 2026. Vencer en Asunción era, según los cálculos optimistas del periodismo trasandino, un resultado clave para sostener la ilusión. No lo consiguió, pero la realidad es que en el juego tampoco quedó demasiado lejos.
Chile vive desde hace años una especie de tragedia futbolística: no encuentra sucesores dignos para aquella generación dorada que logró el bicampeonato en la Copa América. Uno de los que podrían disimular la carencia -Carlos Palacios- renunció a la selección en octubre pasado por causas nunca del todo explicadas, y los últimos mohicanos aportan poco más que sus apellidos ilustres.
Con Alexis Sánchez lesionado en Santiago, Gareca apostó a los galones de Eduardo Vargas y Arturo Vidal. Ninguno de los dos le respondió con la altura necesaria. Cuesta recordar una participación positiva del delantero. Solo hubo ráfagas del carismático volante que, además, fue quien se retrasó en salir desde el fondo en un centro para habilitar a Omar Alderete en el gol guaraní.
Vicente Pizarro y, sobre todo, Lucas Cepeda, tomaron la posta en los 45 iniciales una vez apagado el huracán inicial que quiso desatar Paraguay. El delantero zurdo fue en ese lapso el factor diferencial de los chilenos. Movedizo, inteligente para tirarse atrás o buscar por el medio partiendo desde la derecha, le complicó la existencia al mediocampo local, que no atinaba a controlarlo.
Hasta el final de la etapa, entre ambos se ocuparon de timonear el toque en el medio y otorgarle el dominio territorial a Chile. No tuvo final la Roja (lleva solo 9 tantos convertidos en 13 encuentros), porque Alexander Aravena demoró más de la cuenta para definir sobre la salida de Roberto Fernández tras un gran pase de Cepeda a los 20; y el arquero le tapó un zurdazo abajo al propio Cepeda a los 27.